• 22 de noviembre de 2024
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las Abejas: Un polinizador para la vida

Un tercio de nuestra alimentación depende de los polinizadores y las abejas cumplen un rol fundamental. 

“Nuestro hallazgo es importante para hacer frente a la visión aún generalizada de que las abejas y otros insectos son simples máquinas ingeniosamente diseñadas para responder ante ciertos estímulos”, asegura Lars Chittka, especialista en el comportamiento de estos insectos. Sus capacidades van más allá de sentirse atraídas al ver unas flores azules o volverse agresivas frente a un oso que asoma por su colmena. Y los experimentos que acaba de hacer públicos demuestran que sus diminutos cerebros “contienen circuitos neuronales altamente complejos”, según Chittka, catedrático de la Universidad Queen Mary de Londres. El cerebro de la abeja tiene un millón de neuronas frente a los más de ochenta mil millones del de los humanos, pero cada nueva investigación sobre sus capacidades cognitivas obliga a repreguntarse cuál es el límite de la inteligencia en la familia de las abejas.


"Se pensaba que sus cerebros eran demasiado pequeños para tener la capacidad de imaginar cosas de la manera en que nuestro estudio demuestra que sí", resume Chittka



En este estudio, pusieron a más de cuarenta abejorros ante un reto que solo han superado algunos de los animales más inteligentes del planeta, como simios y delfines. Adiestraron a un grupo de abejorros para que diferenciaran a oscuras unas pequeñas formas: unas esferas y unos cubos, que contienen en su interior un premio dulce y un disgusto amargo, respectivamente, al que acceden por un agujero en su parte superior. Luego, los dejaban buscar ese mismo premio dulce en una habitación iluminada, pero esta vez no podían tocar ni posarse libremente sobre estas formas esféricas y cúbicas; solo podían verlas a través de un cristal. Y acertaban a la hora de dar con su objetivo. Es decir, que en su cerebro cruzaron la información sobre las hechuras redondeadas del objeto que notaron en sus patas y la unieron a la información visual sobre su aspecto de bola. Y eligieron con acierto. Los abejorros realizaron con éxito el mismo experimento, pero al revés: primero ver sin tocar y después tocar a oscuras. Un logro cognitivo hasta ahora impensable para insectos.


"Se pensaba que sus cerebros eran demasiado pequeños para tener la capacidad de imaginar cosas, en otras palabras, que no podrían invocar las características de un objeto de la manera en que nuestro estudio demuestra que sí", resume Chittka, que publica sus resultados en el último número de la revista Science. Este pequeño descubrimiento con abejorros y bolitas podría tener trascendencia monumental a escala evolutiva: "Nuestro trabajo muestra que fenómenos similares a la consciencia podrían ser posibles con cerebros relativamente pequeños y, por lo tanto, podrían no haber surgido tarde en la evolución, pero podrían haber existido en los antepasados de los insectos de hoy desde el Cámbrico, hace 500 millones de años", asegura este experto en la evolución de la cognición de estos insectos.


 Un abejorro tira de la cuerda para conseguir su recompensa.

Un abejorro tira de la cuerda para conseguir su recompensa. S. ALEM

Según explica también en Science la zoóloga Theresa Burt de Perera, de la Universidad de Oxford, que las abejas puedan lograr el reconocimiento de objetos combinando dos sentidos "podría tener implicaciones sobre cómo pensamos sobre la cognición en general". "En humanos, los científicos suponen que esta capacidad implica imágenes mentales basadas en representaciones internas en centros cerebrales superiores", explica la investigadora. Y añade: "Cualquiera que sea el mecanismo subyacente, la capacidad recién descubierta de los abejorros para realizar el reconocimiento intermodal muestra que, como los humanos, poseen un sistema de integración sensorial que les permite formar una representación compleja de su mundo".


Chittka explica que hace tiempo que se sabía que las abejas pueden reconocer imágenes —incluso las complejas como los rostros humanos— y que pueden sentir y reconocer estructuras. "Sin embargo, esto no significaba que tengan pequeñas imágenes virtuales de tales objetos flotando en su cabeza, que realmente puedan imaginar objetos", afirma. Mientras se descubre el mecanismo cerebral que les permite esa sofisticación mental, este descubrimiento es una nueva medalla que añadir al palmarés intelectual de la familia de las abejas. Karl von Frisch recibió en 1973 el premio Nobel de Fisiología por sus hallazgos sobre la danza de la abeja, esas vibraciones y movimientos complejos que usan para comunicarse entre ellas, un lenguaje simbólico que permite señalar ubicaciones precisas.


Fuente: El País.