• 10 de December de 2025
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El Susurro del tiempo en el alma

Me di cuenta de que me estaba haciendo mayor no cuando aparecieron las arrugas.

Ni siquiera fue cuando me ofrecieron un asiento por primera vez en el transporte público.

Tampoco fue cuando comprendí que no entendía la música de moda o que no quería ir a un club hasta el amanecer.


El envejecimiento llegó de manera silenciosa. Sin fanfarrias. Sin pánico.


Se manifestó en el hecho de que ya no gasto mi energía en explicaciones innecesarias.

No siento la necesidad de demostrar que tengo la razón. No corro tras quien se va. No espero disculpas de quien no sabe pedir perdón.


Dejo ir.

Cierro etapas.

Sonrío — y me voy.


Ya no me molesta el silencio.

Entiendo que cada uno tiene su propio ruido interno.

Y si alguien quiere, encontrará las palabras.


Ya no intento agradar a todos.

Mi espejo no es mi enemigo. Mis canas no son una tragedia.


Y el cuerpo...

El cuerpo es mi hogar, que nunca me ha traicionado.

Con él he pasado amores, pérdidas, noches de insomnio.

¿Cómo podría avergonzarme de él?


Me estoy haciendo mayor — y por primera vez, realmente vivo.

Sin prisas. Sin “tengo que”.

Sin sentirme culpable por mis deseos.


Bebo el café mientras está caliente.

Respondo los mensajes cuando estoy tranquila, no porque “deba hacerlo de inmediato”.

Llevo ropa cómoda.

Escucho la lluvia.


Y me abrazo a mí misma más a menudo que antes.

Simplemente estoy.

Y eso es suficiente.


Anonimo.